En una de las sesiones más crudas que tuve en terapia, Abi me miró fijamente y me preguntó:
—¿Es así como quieres vivir? ¿Llena de ansiedad, de miedo, de angustia, sin poder conciliar el sueño?
No esperaba esa pregunta. Jamás me había detenido a pensar en esa parte de mi vida. Lloré casi toda la sesión. Al salir, caminé sin rumbo durante una hora, con Danilo Stankovic de fondo, mientras una nueva pregunta me rondaba: ¿Realmente qué quiero? ¿Qué clase de vida deseo llevar?
Han pasado ocho meses desde aquel día, y en todo ese tiempo me dediqué a reorganizar mi vida. Ha habido cambios de última hora, desorden, mucho polvo y me deshice de cosas que ya no me servían en absoluto.
Hace dos días, mientras desayunaba sola y tranquila como cada mañana, me hice otra pregunta: ¿Este silencio es soledad o tranquilidad?
Y ahí lo supe. Era la tranquilidad que tanto había rogado a Dios y al universo. Me di cuenta de que me habían escuchado, de que este respiro era la respuesta.
Entonces recordé la última llamada del famoso flaco:
—Ya sé que no estás enamorada de mí, pero ahora será diferente. Yo haré todo; tú no tienes que hacer nada.
Me sorprendí a mí misma por la determinación con la que simplemente respondí:
—No.
Esa palabra fue más que una respuesta; fue mi renacer. Era el antónimo de todo lo que antes vivía, el contraste entre lo que me mantenía atrapada y lo que ahora me da paz. Porque esta vez no llegó ninguna presencia salvadora a darme esa tranquilidad; la encontré yo misma, dentro de mí.
No necesito a alguien más para completar mi historia, para darme amor, o para hacerme sentir especial. Esa fue la lección más importante.
Sin arrogancia, hasta ahora, realmente no ha llegado un hombre digno de lo que tengo para dar.
Mientras terminaba mi café, sonreí. Mi capítulo no cierra aquí; simplemente cambia de ritmo. Ahora sé que mi mejor compañía soy yo misma. Y si algún día llega alguien, tendrá que estar a la altura de la paz y el amor propio que me costó tanto conquistar. Porque hasta entonces, prefiero mi soledad llena de tranquilidad antes que una presencia que no me sume en lo absoluto.
Comentarios
Publicar un comentario