Últimamente, he estado sumida en una reflexión que me consume: ¿quién tiene realmente la vida más difícil, el "bueno" o el "malo"? Y, en un plano más complejo, ¿por qué los que se consideran "malos" creen ser los "buenos", y viceversa? Desde niña, mi abuela me enseñó los valores y principios que definían lo que estaba bien y lo que estaba mal. Fue ella quien sembró en mí una brújula moral que aún guía mis decisiones. Hoy, esos valores son claros en mi mente y sólidos en mi corazón.
Sin embargo, es inevitable enfrentar la pregunta de si una persona que conscientemente daña a su familia, a quienes son sus pilares, puede realmente considerarse "bueno". Porque si no eres capaz de honrar y respetar a aquellos que te han dado de comer, que te han acogido y apoyado, ¿cómo puedes esperar respetar a alguien más? De todas las personas que he conocido a lo largo de mi vida, al que más temo es aquel que, sin remordimiento, atraviesa los límites de quienes lo aman, creyendo que su derecho a hacerlo está por encima de todo y de todos.
En estos días me he encontrado atrapada en un torbellino de pensamientos que cuestionan mis propios límites y acciones. A veces, deseo volver a ese refugio donde todo parecía más simple, donde el amor y las relaciones interpersonales eran mi única preocupación. Pero, como bien se sabe, la vida es mucho más que una burbuja de confort. ¿Saben que es lo peor de ir a terapia? Lo consciente que te vuelves cuando algo o alguien intentan pasar por encima de ti sin tener la mínima consideración. La peor parte de este viaje es que, una vez que has despertado a una nueva comprensión de ti misma, no hay vuelta atrás. Empiezas a valorar profundamente tu paz mental, tus creencias y tus límites. Y, de alguna manera, te ves arrastrada a un espacio donde ya no es posible ignorar lo que realmente te importa.
Recuerdo un post que leí una vez, que decía: “Si una persona sobrepasa tus límites, no importa quién sea, sácalo de tu vida”. Y me he preguntado, ¿es posible realmente aplicar este principio con firmeza, incluso si esa persona lleva tu sangre? No tengo una respuesta definitiva aún, pero lo que sí sé es que la vida me enseñará la respuesta, en el momento adecuado. Quizás la verdadera lección radique en entender que los límites no son solo una forma de protegerte, sino una manera de honrarte a ti misma. Porque, al final, nadie, ni siquiera los más cercanos, tiene derecho a sobrepasar el espacio que has cultivado con esfuerzo, amor y respeto hacia ti.
Si reflexionamos sobre el significado de la vida, nos damos cuenta de que todo aquello que llega fácil, se va con la misma facilidad. Valoro profundamente aquello que me cuesta, porque sé que el esfuerzo invertido le da un valor que trasciende el tiempo. El camino fácil nunca ha sido el camino correcto. Es en la lucha constante por hacer las cosas bien, por vivir de acuerdo con nuestros principios, donde radica el verdadero sentido de nuestra existencia. Hubo un tiempo en que me preguntaba de qué me servía ser "buena", pero al mirar hacia atrás, al observar el camino recorrido y las personas que he tenido el privilegio de encontrar, sé con certeza que la bondad no es en vano. Un corazón lleno de bondad y de integridad nunca pierde, incluso cuando el mundo parece no comprenderlo.
La vida no se mide por lo que logramos, sino por lo que somos. El ser bueno no es solo una cuestión de moralidad; es un acto de valentía, de resistencia ante la oscuridad del mundo y de los propios demonios internos. Ser fiel a uno mismo, incluso cuando el camino se hace incierto, es lo que nos da la fuerza para avanzar. Así que, al final, quizás la vida no se trate de decidir si somos buenos o malos, sino de elegir cómo queremos vivir. Porque lo que realmente importa no es la etiqueta que nos asignen los demás, sino la integridad con la que nos enfrentamos a cada desafío, la claridad con la que tomamos decisiones y la paz que cultivamos en nuestro corazón.
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