Conforme pasaban los días, mi mente comenzaba a ir más rápido. ¿Es esto una consecuencia? ¿Una ventaja? Tal vez podría volverme más inteligente y utilizarlo a mi favor, pero de repente llegó ese momento en que se salió de control y no pude detenerla. No logré apagarla, no logré controlarla. Incluso en mis noches más pesadas, mi cabeza se llenaba de ideas y escenarios para resolver todos mis problemas. ¿Es esto desorden mental? ¿O es madurez? ¿Es esa toma de decisiones maduras a la que todos llegamos en cierto punto? ¿Cómo saber si estoy en lo correcto? ¿Cómo saber si esta vez no caeré y me equivocaré? ¿Cómo saber si he trabajado lo suficiente en mí misma para estar segura de que, si caigo, volveré a levantarme? No había manera de estar segura. Ahora agradecería tener una bruja, una bola de cristal, o al menos detener el tiempo… prolongarlo para poder pensar bien qué camino tomar. Sin embargo, lo que más me atormenta es saber que, aun si tuviera un año para reflexionar sobre una de...
Pensamientos sobre la vida, el desamor, la confianza y el amor propio.